

El funeral del papa Francisco se celebró este sábado en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, ante la presencia de unos 250.000 fieles, entre los que se encontraban 50 jefes de Estado, 10 monarcas y más de 130 delegaciones extranjeras. Luego de la emotiva ceremonia, se procedió al traslado de su féretro a la basílica de Santa María la Mayor para su entierro. En tanto, desde las 10 de Argentina se celebrará una misa especial por el Papa en la Catedral de Buenos Aires.
La misa comenzó a las 10 (5 de Argentina) y estuvo presidida por el cardenal italiano Giovanni Battista Re. El rito siguió un esquema estricto que incluyó lecturas, homilía, oración universal, consagración del pan y del vino, intercambio de la paz, comunión y un momento de oración personal.
A la ceremonia asistieron el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; el de Ucrania, Volodimir Zelensky; el de Argentina, Javier Milei; el de Brasil, Lula da Silva; y el príncipe William del Reino Unido.
Tras el funeral, el féretro recorrió seis kilómetros por las calles de Roma, pasando frente al Coliseo y los Foros Imperiales, siguiendo en parte el antiguo trazado de la Vía Papalis. El cortejo fue está acompañado por un fuerte dispositivo de seguridad.
“Su última imagen, que permanecerá en nuestros ojos y en nuestro corazón, es la del pasado domingo, solemnidad de Pascua, cuando el Papa Francisco, a pesar de los graves problemas de salud, quiso impartirnos la bendición desde el balcón de la Basílica de San Pedro y luego bajó a esta plaza para saludar desde el papamóvil descubierto a toda la gran multitud reunida para la Misa de Pascua”, dijo en su homilía el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, quien presidió la misa de exequias solemne.
“A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal. Siguió las huellas de su Señor, el buen Pastor, que amó a sus ovejas hasta dar por ellas su propia vida. Y lo hizo con fuerza y serenidad, cercano a su rebaño, la Iglesia de Dios”, agregó el cardenal Re, ante una Plaza llena de emoción, marcada por la presencia de los poderosos de la tierra, en primera fila -entre ellos Milei, en un puesto privilegiado por ser el presidente del país del Pontífice muerto- y, también, esos últimos siempre puestos al centro, como su amigo, el cartonero Sergio Sánchez.
Lágrimas y aplausos
Con helicópteros dando vueltas en el cielo, zonas rojas imposibles de acceder, vallas, un operativo de seguridad con más de 11.000 agentes para proteger a las más de 150 delegaciones, la jornada soleada arrancó al alba.
Incluso hubo jóvenes que con sus bolsas de dormir se quedaron en iglesias cercanas a la zona del Vaticano, para ser los primeros en las filas para ingresar a la Plaza, que se abrió a las 5.30. Entonces decenas de jóvenes, casi corriendo, comenzaron a ingresar, felices, algunos con banderas. En verdad habían viajado a Roma para la canonización que debería haber sido mañana de Carlo Acutis, el “influencer de Dios”. Pero el destino quiso que les tocara un evento histórico.
Aunque el Papa había querido una ceremonia simplificada -en lugar de tres ataúdes (de zinc, roble y ciprés), quiso sólo uno de sencilla madera-, el funeral de todos modos siguió precisos ritos milenarios. Y resultó tan solemne como el de sus predecesores, con una imponente presencia de presidentes, jefes de Estado y de gobierno, cabezas coronadas, líderes religiosos de diversos credos, 220 cardenales -entre los cuales probablemente está su sucesor- y 750 entre obispos y sacerdotes -entre ellos, muchos argentinos, liderados por el arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina-. Todo comenzó con una procesión de “sediari” que, con guantes blancos, entre aplausos, llevaron al hombro su féretro hasta el sagrato de la Plaza de San Pedro minutos antes de las diez de la mañana. El libro de los Evangelios, abierto, fue colocado sobre el ataúd por el ceremoniero vaticano. Y los cardenales que en procesión llegaron desde la Basílica se inclinaron ante él, en medio de bellísimo coros de la Capilla Sixtina.
Cuando, al final de la ceremonia, el féretro fue llevado nuevamente adentro de la Basílica, la multitud, que no sólo estaba en la Plaza, sino también, frente a decenas de pantallas gigantes colocadas en la Vía de la Conciliazione, la Piazza del Risorgimento y Castel Sant’Angelo, estalló en un aplauso larguísimo. Entonces las cámaras del Vaticano enfocaron una enorme pancarta que decía “Adiós, padre, maestro y poeta”, firmado por los “Jóvenes de Scholas", el movimiento que trabaja para una cultura del encuentro de su amigo José María del Corral y otra, simplemente “Grazie Papa Francesco”.
FUENTE: NA / La Nación.